Eran mediados de los años 70,
tendría a la sazón entre 10 y 11 años de edad. Una vez más, mi papá realizaba
uno de esos viajes maravillosos para llevarnos a conocer algún lugar de nuestra
Venezuela.
Como siempre el viaje comenzaba
“con la fresca”, de madrugada y buscando a mi Abuela Carmen y a mi Abuelo
Poleo, el que “siempre
tenía sus zapatos listos a un lado de la cama”. Nos embutíamos los 7,
literalmente hablando, dentro del escarabajo Volkswagen modelo 66, y
agarrábamos carretera. ¡Imagínense!, viajando sin celulares ni cajeros
automáticos. ¡Ah! Y con radio AM.
En menos de lo que canta un gallo
tartamudo, llegamos al Campo de Carabobo, ubicado a unos 30 kilómetros al
Suroeste de Valencia Estado Carabobo. Debo reconocer que aún a mi edad actual,
lo recuerdo imponente, un calor húmedo casi insoportable, cargado del penetrante
olor proveniente de la alfombra de mangos caídos de los incontables árboles que
rodean al campo.
Nos recibía una ancha avenida la
cual era utilizada para realizar imponentes desfiles militares. Al final de la
avenida, que a mi edad parecía interminable, se veía el imponente Arco de
Triunfo, construido en 1921, en el gobierno del Dictador, General Juan Vicente
Gómez, con motivo de celebrarse los 100 años de la batalla de Carabobo, la
misma que sellaría la guerra por nuestra independencia del yugo español.
Mientras nosotros queríamos
correr hasta el monumento, mis padres y abuelos caminaban pausadamente por la
gran avenida. Yo avanzaba y retrocedía, todo me causaba curiosidad y mi abuelo
era como andar con la Enciclopedia Británica a cuesta.
Pacientemente respondía a todas
mis inquietudes, las cuales servían para aclarar las dudas de mis hermanos
menores… claro está, después de hacer mi versión de las respuestas de mi
abuelo.
Había una casa museo, que por
turnos recreaba en una maqueta con luces, la famosa batalla librada el 24 de junio
de 1821. El narrador describía acciones y personajes, mientras las luces
titilaban en la maqueta. Un coro de sonidos de batalla, cornetas de ataque,
alaridos y lamentos, tambores y la trémula voz del Negro Primero informándole
al General Páez que venía a “decirle adiós porque estaba muerto”, inflamaron mi
mente de heroísmo y emoción.
Al salir del museo, mi papá nos
apresuró para que presenciáramos el “Cambio de Guardia”. Debajo del Arco
de Triunfo, había un solemne monumento, una tumba coronada por una antorcha encendida
y mayor impresión daban los enormes guardias vestidos a la usanza de las
fuerzas libertadoras de la época (enormes guardias los cuales se fueron reduciendo
en la medida de que yo crecí).
Solemnemente se acercaban dos
guardias, los cuales tomaban el lugar de los dos que estaban al llegar. Largos
pasos, extravagantes movimientos, quedaron tallados en la mente de los
muchachos que contemplaban mudos el imponente momento.
Al finalizar fue como si me
dieran la voz de ataque, y al girar la cabeza en busca de mi abuelo, ya su
sonrisa conocedora de la pregunta que venía, me atajó la duda diciendo:
Es la tumba del Soldado Desconocido. - sentenció parsimonioso.
La tumba del soldado desconocido,
retumbó en la mente, luego vino una explicación de la que yo simplemente tomé
pedazos y construí mi versión para mis dos hermanos menores.
Años pasaron y crecimos con mi
versión.
Ahí se encontraban los huesos de
un supersoldado que ganó la batalla de Carabobo, él solo. El superhéroe entró
en batalla cuando los ejércitos libertadores se encontraban en su peor momento,
nadie sabía de donde vino, simplemente apareció, ganó y lleno de montones de
heridas sucumbió a su mortalidad, ascendiendo a la pira cual hércules y siendo
enterrado en el campo de batalla, en el mismo sitio en donde cayó y siendo
venerado hasta el día de hoy… ¡Genial mi versión! ¿O No?
Sólo de eso hablábamos de regreso
a Caracas, del supersoldado, nuestro nuevo héroe. Mientras el Viejo Poleo con
mirada y sonrisa socarrona, escuchaba cómplice, nuestra “libre interpretación”.
Vaya sorpresa la que me llevé,
muchos años después, al descubrir que había más tumbas al soldado desconocido,
alrededor del mundo.
Inmediatamente tuve que
investigar ese fragmento heroico de mis recuerdos, no podía imaginar que
existiera un ejército de supersoldados que ayudaron a todas las buenas causas
del mundo y menos que todos estuvieran enterrados en los campos de batalla.
¡Imagínense! ¡Casi todos los países tenían uno!
Ya en ese momento no estaba mi
abuelo, sin embargo, aún existía la “Enciclopedia Británica” en el mueble
empotrado en el balcón de la casa de mis padres.
Palabras más, palabras menos, la
enciclopedia señalaba que La “Tumba al soldado desconocido” es el
nombre que reciben los monumentos erigidos por las naciones para honrar a los
soldados que murieron en tiempo de guerra sin haber podido ser identificados. A
veces es cenotafio o tumba simbólica,
evocando, sin referir a sus identidades individualizadas, a todos los
habitantes de un país que murieron en un determinado conflicto. Algunos
contienen los restos de soldados fallecidos durante estos acontecimientos, tal
como el de Carabobo, en el cual reposan los restos de un soldado venezolano caído
en la Batalla de Ayacucho en la que se selló la independencia de Perú y de
América del Sur bajo el comando del general venezolano y Gran Mariscal de
Ayacucho Antonio José de Sucre.
Ya esos tiempos son pasado, quedó
atrás la dimensión heroica del profesional de las armas que protege a su país,
y al país me refiero a la reunión humana que comparte un territorio y una
cultura, al país me refiero a los conciudadanos, a los amigos, hermanos,
familia del soldado que renuncia a su conciencia para obedecer los intereses
del poder ilegitimo.
Porque la legitimidad la otorga
el pueblo y el respeto a la constitución.
Hoy la “Tumba del Soldado Desconocido”
se está llenando de otro tipo de héroes, se está llenando de todos los
habitantes de la patria de Bolívar que han caído defendiendo el ideal de
justicia en los cuales se fundó nuestra nación, tal y como lo resalta el
siguiente extracto de nuestra Declaración de Independencia,
“…En atención a todas estas
sólidas, públicas e incontestables razones de política, que tanto persuaden la
necesidad de recobrar la dignidad natural, que el orden de los sucesos nos ha
restituido, en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para
destruir todo pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que
fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos conservar
los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos
del mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que
la nuestra, y tomar entre las potencies de la tierra, el puesto igual que el
Ser Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los
acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad…”
La tumba se hace chica.
Apretujados están los restos de aquellos venezolanos caídos en el intento de
reclamar su derecho a vivir según nuestra constitución, lejos del Socialismo
que en ningún lado ella contempla, cuando en pleno siglo XXI, la artimaña del
absolutismo convertido en gobierno, se ve desnuda ante el pueblo y el mundo, al
perder el breve baño de democracia que le quedaba. Porque aún hay quien en su
profunda ignorancia piensa, que elecciones son democracia.
Pues basta, ya este gobierno no
se quiere contar.
El 1ro. De septiembre, Venezuela
acudirá a una cita con la historia. Millones de soldados desconocidos están
llamados a levantarse pacíficamente y plantar cara en contra de la dictadura.
De todos los rincones, se acerca
el venezolano de a pie y hasta a pie, enfrentando alcabalas, encapuchados
armados, bloqueos de carretera, paros de transporte y amenazas…
De todos los rincones viene el Pueblo
a pedir pacíficamente, CONTARNOS.
El Pueblo pide legitimar o no al
gobierno traidor de sueños y esperanzas.
Ha llegado el momento en que el
Soldado Profesional, El Guardia Nacional y los Cuerpos Policiales, recuerden
que su deber es al pueblo, a quien juraron “Proteger y Servir”.
LLEGÓ LA HORA DE QUE DEN UN PASO AL LADO Y PERMITAN EL PASO DEL PUEBLO.
SU PUEBLO.
SUS PADRES, HERMANOS, FAMILIA Y VECINOS.
LLEGÓ EL MOMENTO DE QUE SE PONGAN AL LADO DE LOS QUE JURARON PROTEGER.
LLEGÓ LA HORA DE QUE ASUMAN EL CONTROL DE SUS VIDAS Y SE SACUDAN EL
SERVILISMO.
LLEGÓ LA HORA DE CONVERTIRSE EN EL SUPER SOLDADO HEROE DE MI INFANCIA.
LLEGÓ LA HORA DE QUE EL SOLDADO DESCONOCIDO DEJE EL ANONIMATO Y SE
CONVIERTA, CON NOMBRE Y APELLIDO, EN PARTE DE UNA NUEVA Y GLORIOSA PÁGINA EN LA
HISTORIA DE LAS LUCHAS POR LA LIBERTAD.
LLEGÓ LA HORA DEL SOLDADO DESCONOCIDO.
LA HORA… ¡DE VENEZUELA!
Reinaldo Poleo
@rpoleo
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