“Todo lo que experimento
es un reflejo de mí”.
“El libro de los secretos”,
Deepak Chopra
Lo
primero que encuentro es al espejo y mi reflejo, mi viejo, querido y muy
honesto amigo, buen amigo, porque los amigos son siempre sinceros. El arbitro
eterno que me enfrenta al que soy, tan diferente al que siento que soy.
Desde
él me mira mi yo sin máscara, con los ojos enrojecidos e hinchados, la barba
crecida, el cabello despeinado.
Mi
yo me muestra una barba encanecida que contrasta con un cabello que se resiste
a las canas, herencia de un antepasado indígena, caribe, el mismo cabello liso
y negro de mi abuela Pancha.
Mis
hombros aún se ven firmes, pero las canas en el pecho también me delatan.
Cubro
con espuma la barba, develando al que seré… Hasta me parezco a Santa.
Y
mientras comienza el diario rito del aseo, ese en el que nos ponemos la
máscara, mi mente se despega, entra en el espejo y cruza el tiempo, el espacio
hasta los más recónditos recuerdos que creí enterrados en la vorágine diaria.
Literalmente
mi mente sale de otro espejo, otro espacio, otro tiempo. Tú bien lo sabías o
tal vez lo sabes, del otro lado, de otro espejo, Charles Lutwidge Dodgson, en
donde dejaste a Alicia y al sombrerero loco.
Cuantas
cosas han pasado desde aquella primera y muy esperada afeitada… una hojilla
contra 4 pelos en el mentón, precedido por la brocha con jabón de mi papá.
Cuantas
expectativas, en ese preciso instante me preparaba para irme a estudiar a la
Isla de Margarita, 17 años y toda una vida por delante. Ya mi corta vida había
sido una gran aventura, mi inquieto padre nos había hecho cruzar Venezuela de
“cabo a rabo” y ahora me preparaba para iniciar mi mayor aventura lejos de mi
hogar, el principio del resto de mi vida.
Frente
al espejo, mi pelucón de principios de los ochenta, mi pecho plano de flaco
típico, la barbilla llena de espuma ocultando totalmente los cuatro pelos y la
mirada… limpia, joven, cargada de futuro.
De
aquí en adelante solamente me quedaba triunfar, todo había sido fácil, un
estudiante modelo, hasta rocé el seminario, catequista… ¡Nada podría salir mal!
Una
Universidad a la orilla del mar parecía el escenario perfecto para comenzar el
nuevo y ansiado futuro, ¿qué sabía aquel amigo de un amigo?, directivo de la
Fundación La Salle el cual me aconsejó que la carrera por mí escogida no tenía
mucho futuro en la Venezuela actual.
Si
no tiene futuro YO LE DARÉ FUTURO.
– le respondí altivamente, con el cerebro sobrecargado de aventuras de Jacques
Cousteau. Sería Oceanógrafo, y no cualquier oceanógrafo, sino EL Oceanógrafo.
A
los 17 años sentía que los imposibles no existían, poder volar y la
invulnerabilidad era solo cuestión de tiempo.
Nadie
me habría preparado para lo duro que me resultó aquel abrazo a mis padres,
antes de alejarse y dejar instalado en un humilde cuarto en una casita de San
Juan Bautista en la Isla de Margarita. Nadie te prepara para la primera noche
lejos de tus padres, de toda una vida en la seguridad del apartamento. No suena
igual un campamento de vacaciones en el lugar más remoto, a la habitación de un
remoto pueblo en lo que será el principio del resto de tus días.
Solamente
un walkman y una cinta de Queen me separaban del pesado silencio, la oscuridad
absoluta y el murmullo de animales en techo y alrededores de la casita.
Ahí
aprendí la fuerza de la música… Gracias Freddy Mercury y We are the Champions.
Luego
de una semana de llanto… me acostumbré.
Me
perfilo la barba, ahora que la veo se me parece a la de Tony Stark, en mi
corazón siguen rondando los héroes, miro al espejo y veo al Iron Man que, actualmente
vive en mi…
Al
girarme estoy más calmado, estoy saliendo del baño del instituto, el espejo me
recordó que me lavara la cara, los ojos anegados de frustración, rabia. Por
primera vez en mi vida me quedaba una materia, me quedaba química, mi vida
llegaba a su fin… ¿Cómo volvería a verme al espejo? ¿Cómo le digo a mi papá que
con tanto sacrificio me dejó estudiar ahí, como le explico que falle en mi “capricho”?
Esa
noche me miro al espejo del baño en la casita, mis ojos están hinchados, hasta
el suicidio pasa por mi mente juvenil, soy un fracasado.
El
rojo de mis ojos me hace ver que anoche dormí pesado, no me desperté en toda la
noche y hoy tengo el curso que me empeñé hacer, otro caprichito como ese de
hace 35 años. Al menos este lo pago yo, menos mal que no me suicidé.
Me
cepillo los dientes y me vuelvo a encontrar frente al espejo en casa de mis
padres, me dispongo a irme a “la isla”, 195 Bs., de los de antes costaba el
pasaje y la verdad es que mi papá me podía pagar las visitas. Anoche me despedí
de mi novia, me da cosa dejarla, pero a la vez me emociona encontrarme con mi
novia… la de la isla… sonrío al espejo, Wowwww, soy todo un galán.
Me
enjuago la boca y miro como el agua se sale de mi labio derecho sin poder
contenerlo. Apenas un par de meses era un galán y ahora soy un monstruo de 18
años con la mitad del rostro totalmente caído, no quiero volver a la
universidad, no quiero salir a la calle, no quiero salir del cuarto, no quiero
beber un líquido ni tomar sopa, mi vida se ha acabado.
Me
lavo el rostro con fuerza, como tratando de encender la parte de mi cara que se
ha apagado, el espejo muestra al fondo el ventanal del baño de Quizandal, estoy
en el laboratorio de La Universidad Simón Bolívar en Puerto Cabello, el aire
salado y el calor me inundan, debo reconocer que mi pasantía a superado mis
expectativas. Puerto Cabello ha significado el comienzo esperado, no solamente
la universidad me ofrece extender el contrato, sino que hasta he conseguido
novia y al parecer me voy a casar.
Ahora
me veo en el espejo, quemado por el sol y haciendo lo que me gusta, buceando,
recogiendo muestras y siendo parte de una investigación Oceanográfica en el
Golfo Triste.
Todo
va según el plan, recuperé aquella materia perdida, recuperé mi autoestima
después de la parálisis facial y sus secuelas. Al parecer soy indestructible,
una sonrisa retorcida, que me ha dado un “toque salvaje” según una muy querida
amiga, es reflejada desde el espejo y parece decirme que hace falta mucho más
para cortar mis alas, ahora mi barba es mucho más poblada y el cabello hasta
los hombros me recuerdan que tengo el físico y el conocimiento para ser el
nuevo Cousteau.
Un
corte en la mejilla a medio afeitar me trae de vuelta, creo que es hora de
cambiar la hojilla, el problema es que en la Venezuela Socialista del Siglo XXI
no podemos cambiar mucho de hojillas porque no hay, y las pocas que hay cada
día son más costosas producto de la hiperinflación.
Coloco
un pedacito de papel en la herida y miro a mi yo con muchos papelitos, las cosas han sido
muy inesperadas, voy a una entrevista de trabajo a una compañía de seguros. Mi
matrimonio ha dado con muchos tumbos, una crisis de este me hizo tomar la
decisión de abandonar mi profesión, ahora estaría más cerca de mi esposa, me
convertí en vendedor de libros y debo confesar que no me fue mal, no es lo mío,
pero al parecer no siempre podemos hacer lo que queremos, sino lo que tenemos
que hacer. Al menos pasaría más tiempo en casa en lugar de mis adoradas
aventuras marinas. Creo que ese es el precio por crecer… al parecer no seré yo
el que le abra el futuro a la investigación marina en Venezuela, siento que mi
alma se secó con la incandescencia de la realidad, me cortaron las aletas.
Ya
las cortadas dejaron de sangrar, las del rostro y las del corazón, me retiro
los papelitos me lavo, y me hecho loción. Como arde, pero más arde la ansiedad,
la emoción. Ajusto mi corbata, me pongo mi chaqueta negra, y doy una última
mirada al espejo, mostrando mi formal figura, más viejo, menos curtido por el
sol a diferencia de la primera vez que me vestí para la ocasión, simplemente
espero que todo sea distinto, ya estoy listo para casarme por segunda vez.
Me
despierto sobresaltado y me doy cuenta de que no estoy en una habitación
conocida, me ataca esa breve angustia de no saber en donde estoy, me levanto despacio
para no despertar a mi esposa que duerme profundamente, me acerco al balcón y
miro el amanecer, ya recuerdo, apenas los rayos del sol despuntan al alba y una
impresionante cantidad de globos aerostáticos de múltiples colores se elevan en
el horizonte, nunca me imaginé tal espectáculo, y menos estar ahí, dentro de un
rato saldremos al parque, queremos ser de los primeros, vamos a conocer a
Mickey Mouse.
Ahora
sí que todo está bien, he llegado a la gerencia en la compañía de seguros, compré
un auto último modelo, el auto de mis sueños, un Mini Cooper. Ya he solicitado
un crédito a la empresa para un apartamento. Nunca imaginé que mi vida diera un
vuelco tan impresionante, ese no había sido el plan original pero el resultado
inevitablemente sería el mismo… el éxito.
Voy
al baño antes de que el resto despierte, con los pulmones llenos del aire de
Orlando, Florida y ahí está, el espejo… pienso evitarlo, pero no puedo, no
puedo.
Mi
reflejo, cuantas cosas sabías y no me contaste, nunca me avisaste de la crisis
del mercado financiero que comenzaría apenas yo regresaba de ese viaje, no me
avisaste que aquella intentona golpista de hace dos años atrás se convertiría
en una propuesta ganadora electoralmente, no me avisaste que el chavismo
llegaría al poder, cargado de esperanzas.
¿Por
qué mi yo con barba de Iron Man, no me avisó que perdería mi empleo, que nunca
podría comprar aquel apartamento, que mi país se convertiría en un desgraciado
socialismo que se consumiría los recursos y las vidas como plaga de langostas
asesinas?
Hoy
me miro al espejo, mis ojos vieron la muerte muy de cerca un 11 de abril y a
partir de ahí la muerte se ha vuelto compañera en el diario vivir.
Me
miro al espejo, un gastado espejo que refleja el rostro cansado de un hombre
barbado de mediana edad, un hombre que pareciera puso en suspenso sus sueños
cuando su mundo, junto a su patria se ha ido desmoronando durante casi 20 años.
Un rostro tan lejano al de aquel muchacho.
Pero
los ojos, los ojos…cuan diferente son ese par de ojos, ni el astigmatismo y la
presbicia han podido apagar el fuego de esos ojos, ni la muerte, la desolación,
las angustias de un pueblo que agoniza han podido extinguir la llama que cuece
mi interior.
Porque
hemos caído y nos hemos levantado, hemos luchado, sobrevivido, seguimos luchado
y en ningún momento hemos vendido nuestros principios, ni han podido doblegar
sueños y alma.
NO
nos han borrado la sonrisa, no han podido con la esperanza, los sueños
simplemente han cambiado, evolucionado, y uno a uno los hemos alcanzado.
Porque
el camino es de quien lo camina y nosotros lo hemos enfrentado y caminado.
Porque
la vida no es más que un camino hacia la muerte, por lo tanto, el final no es
lo importante, lo verdaderamente importante es lo que hacemos en el camino.
Esos
ojos hoy le gritan al muchacho frente al espejo que disfrute de cada momento,
que ame con intensidad, que bese con pasión, que abrace sin cesar. Le grita que
viaje cuanto pueda, que conozca su tierra y la aprenda a amar, porque no sabe cuánto
le pueda durar.
Tony
Stark le grita al muchacho que habrán tiempos de ser héroe y nadie defiende a
lo que no ama, a lo que no conoce. Le grita que lo vea todo, que se asombre de
todo porque esa mirada le hará descubrir el valor inconmensurable de las cosas
pequeñas.
Esos
ojos que optimistas miran la desgracia alrededor, con el convencimiento de que
la van a superar, porque tiene la fuerza y la fe de todos los reflejos en todos
los espejos en los que se miró una vez.
No
soy uno, soy todos los yo, todas las lágrimas, las alegrías, las caídas y las
levantadas, soy todas las miradas, los aromas, los amaneceres y atardeceres, las
montañas subidas y las profundidades buceadas, las navegadas, las olas
corridas, las arenas con pisadas, las tristezas, las alegrías, los hasta pronto,
los hasta nunca los hasta siempre.
No
soy yo solo, soy ustedes, porque una vez han estado en mi reflejo.
Y
yo ahora soy solo un reflejo de mi YO, en la Venezuela libre y próspera que el
futuro me depara.
Nunca
des nada por sentado, los reflejos cambian.
Aunque
este puede parecer mi peor momento, al mirar en mis reflejos, veo que muchas veces tuve
“peores momentos”. Tal vez no sea el peor o puede ser que sí, todo pasa, todo
cambia y yo quedo, es mi decisión lo que haga para vivir “este” momento.
Les
aseguro que “ESTE ES MI MOMENTO”
¿Y el tuyo?
Reinaldo
Poleo
FUERZA Y FE
Comentarios