“¡Dios estas lento!” increpaba mi
querida Geraldine, mientras miraba al cielo desafiante. Pero es que no es fácil
tener paciencia después de 14 años… como que se empichan las emociones y se
distorsiona la fe.
Pero
como explicarle a Geral que nada fácil es duradero… la vida es un proceso y al
detenerme un momento, evoco tantos momentos de mi intensa vida.
Pareciera que
fue ayer cuando comencé en el colegio y mi edad cabía en mis 2 manos… Como
soñaba llegar al bachillerato. Dejar la franelita de borde azul y usar la
camisa blanca y chaqueta blue jean de los “Grandes”…
Un
día desperté discutiendo con el Profesor Danilo, mi nota final de Lenguaje y
Literatura… Me dio el 20 y atrás quedo el 5to. Año de Bachillerato.
El
comienzo del resto de mis días, pensaba
yo, la Universidad se veía como la más grande aventura, alejarme del
hogar, vivir solo, dueño y señor de mis buenas y no tan buenas acciones. El
despertar del conocimiento profesional y el peso de las responsabilidades, la
época en la que me convertí en YO y dejé atrás el Nosotros, sin darme cuenta
que asumía un Nosotros aún mayor y para siempre.
Cuantas
veces un mar embravecido me hacía desear la tranquilidad del hogar materno… correr a los brazos de mi mamá, acurrucarme y
esperar las papas fritas mientras veía a Rintintin. O tal vez esperar a que mi
papá apareciera como siempre, con la solución correcta para resolver cualquier
problema existente en la humanidad.
Cuantas
vivencias, cuantas aventuras, cuantas historias de mi vida se convirtieron en
leyendas.
Y
murió mi Abuelo, no pude contarle de mi primer semestre viviendo solo… se fue
mi abuela y no me quedé “esa” noche… mi vieja Pancha ni siquiera supe cuando se
fue… oré por milagros, unos llegaron otros no…
Cuantas
veces se me infló el corazón tan grande que pensé que se me salía del pecho,
cuantas veces sentí que estallaba y se convertía en millares de pedazos que
nunca podrían ser pegados.
Siempre
faltaba mucho tiempo para las vacaciones y que rápido pasaban las vacaciones, que
largo era el día previo a la llegada del Niño Jesús y que rápido pasaba ese
maravilloso día.
Cuan
largo se hace el camino que no queremos andar y que lejano y breve se ve
después de recorrido.
Dios…
fuiste rápido en lo divertido y lento en la dificultad… pero ya todo es parte
de mi pasado. Se convirtió en experiencia, en soluciones, en errores consumados
y milagros renovados.
Y
salió el Sol nuevamente, una y otra vez, y me acompañó la luna y las estrellas.
Mi vida se llenó de días y de noches. Dormí y desperté, reí y lloré, me caí y me levanté. Cuanto ritmo
diferente tiene la vida… pero siempre terminamos bailando con ella hasta que
nos toca la última pieza.
Las
penas del ayer se ven tan lejanas, yo que pensaba que Dios era lento y ya
tantas cosas pasaron… buenas, malas y peor… pero pasaron.
No
Geral, Dios no es lento… es simplemente Dios. Porque hacer “lo que se tiene que
hacer” no siempre es de nuestro agrado, es más fácil descongelar una comida
refrigerada que hacerla desde el principio, aunque al final simplemente nos la
comamos, la diferencia está en la magia del proceso.
Es
que la instantaneidad es cosa de máquinas, mientras que la aventura de los
procesos es cosa de humanos…
Y
el proceso humano es lo que más nos acerca a la Imagen y Semejanza de Dios.
Hoy
nos enfrentamos a un duro proceso humano en nuestra patria Venezuela, ese país
fantástico que nos vio nacer, el mismo país espectacular que mi papá me enseñó
a amar y recorrer. Que mi mamá me enseño a entender. Imperfecto, cambiante,
desafiante y venturoso, Costa y Selva, Llano y Montaña. Negros, blancos, indios
y creo que hasta extraterrestres fundidos por la fragua del tiempo y de la
historia, convirtiéndonos en un solo hombre-mujer, un solo ser VENEZOLANOS.
Porque
somos lo que somos y nuestro mal mayor es no encontrarnos. Porque si nos
encontramos seremos un solo ser IMPRESIONANTE!!!
Dios
no es lento, es que somos flojos. Es que esperamos a que los problemas se
resuelvan solos. Esperamos a que el papel sanitario aparezca en los estantes
como por arte de magia. El problema es que pensamos que son duendes los que
llenan los estantes de los supermercados durante la noche. O que son los
policías los que nos tienen que cuidar cuando no sabemos que hacen nuestros
hijos ni de dónde sacan el dinero para los zapatos súper caros que cargan.
Es
que nuestra idiosincrasia sigue creyendo en la maldición de Maracapana o en los
superpoderes de san difunto o en que el único que pensó se llamaba Bolívar.
Que
difícil es pensar que hay que terminar procesos, que lo bueno es lento. Y lo
que dura no se funda en un día y tampoco tiene por qué durar 100 años.
Dejar
la sangre quieta en las venas de los venezolanos pasa por la paciencia y la
convicción de que se llenan los espacios, porque queremos una patria nacida de
espacios llenos y no de venas vacías. Porque necesitamos venas llenas que
inflen brazos que levanten un país. Necesitamos venas llenas que inflamen a los
cerebros creadores de futuro. Necesitamos venas a punto de hacer corazones
hinchados de amor por una patria justa y única, llena de matices y opiniones,
de ideas y valores.
Y
eso no es automático.
Hoy
con orgullo puedo escribir mi epitafio, “Aquí yace un hombre que vivió
plenamente, que viajó, conoció, aprendió y desaprendió millones de veces acerca
de millones de cosas en millones de lugares. Aquí yace un hijo de Dios que por
sobre todas las cosas amó todo y a todos. Aquí yace un Venezolano ciudadano del
planeta tierra, que brilló junto a cada amanecer y navegó los 7 mares, la luna
y las estrellas. Aquí yace el cuerpo de alguien que solo estaba de paso, porque
al morir regreso a casa”
Y
tú, que me lees…
A
mi querida Geraldine Perez…
Reinaldo
Poleo
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