En una de esas mágicas noches, con mi Abuela Panchita, mientras me contaba una de sus
“historias” (como decía ella, nunca cuentos, siempre historias), yo me dedicaba
a escucharla y miraba fijamente todo el conjunto fantástico que la rodeaba.
Cepillaba rítmicamente la larga cabellera que bajaba como cascada de sus hombros al regazo, cubriendo la blanca
bata que le llegaba a los tobillos.
Sus
ojos levemente cerrados, como reviviendo las historias en la cinemateca de su
cabeza, mientras cambiaba su rostro con cada estado de ánimo descrito, pasando
desde la seriedad hasta soltar esa estruendosa risotada que al final trataba de
callar para no levantar a todo el mundo.
Yo
contemplaba su rostro circundado por profundas depresiones, las cuales se
llenaban de sombras a la luz del velón dedicado a las ánimas, el mismo que
creaba fantásticas formas al iluminar al
floreado altar del rincón. De igual forma, seguía como hipnotizado el suave
movimiento de aquellas manos delgadas, que dejaban ver unas venas apenas cubiertas
por un leve velo de piel; tan delicadas manos que habían levantado a una
generación de nietos y ahora acariciaban a una generación de bisnietos.
No
recuerdo cual historia exactamente me contó aquel día, creo que la de cuando “Dios visita a la Señora disfrazado de
perrito callejero”. Era curioso, la historia acababa justo con el
cepillado; juntaba mis manos, juntaba las suyas y mirando la Cruz adornada al
lado del retrato de mi tío “el guerrillero” recitaba un Padre Nuestro.
A
eso seguía otra letanía de palabras que apenas lograba entender, hasta que me
arropaba con un beso y me daba un hasta mañana. Esa noche le pregunté:
¿Güela… qué se siente ser viejo?
A
lo que me respondió con su característica risotada:
“No se mijo, porque viejos son los que dejan de hacer y soñar”
Próxima
a cumplir sus 100 años…. Tal vez 25 o 30 años después de esa noche, besé su
mejilla por última vez, yo con mi segunda esposa, mi vieja en su silla de
rueda, sus ojos perdidos en una nube blanquecina y su mente convertida en islas
de recuerdos… seguía riendo mientras me repetía una y otra vez, “La
vida es un fandango, estamos un ratito a pie y otro caminando…”. Una
vez me dijo que la muerte la vino a buscar, pero ella estaba ocupada trabajando
y la dejó olvidada…
Por
circunstancias de la vida no la llegué a ver muerta, pero esa es parte de otra
“historia”. En mi alma ella está siempre viva, en algún lugar sigue contando
sus historias.
Eso
es lo maravilloso de nuestra existencia, somos algo más que un cascarón vacío
lleno de aparatitos que nos hacen funcionar.
Somos
agua, aire, tierra y fuego que se funden en uno y se convierten en espíritu.
Y
solo el Espíritu nos permite soñar y hacer…
Es
precisamente en ese momento en el cual podemos afirmar que somos imagen y
semejanza del Creador.
Por
decisión propia, como buen abono de mis ancestros, me permito escuchar todo
y a todos, lo cual me ha acercado hasta
lo más profundo del averno y también me ha permitido volar hasta lo más alto del
Cielo.
Debo
confesar que en mi vida, reúno muchos más recuerdos maravillosos que unos
cuantos malos, los cuales quedaron sepultados por aludes de alegrías.
Como
uno de esos malos momentos, definitivamente debo incluir los velorios, esos en
los cuales todos los que nunca nos vemos, nos reencontramos. Escucho los mismos
cuentos de cuando eran muchachos, muchos siguen llamando a mi papá Reinaldito,
mientras hablan de cuán grande estoy (a mis 50 años) y recuerdan cuando me
llamaban “Sargento García” porque era un gordito cachetón. De igual forma se
renuevan chistes, se intercambian tarjetas y se queda en reunirnos en esa
mítica fiesta eterna a la cual nunca llegamos, porque seguimos encontrándonos
en los entierros.
Sin
embargo en uno de estos temidos acontecimientos, tuvimos la suerte de conseguirnos
con un primo hermano de mi papá, el cual definitivamente tuvo una epifanía.
El
hecho es que este personaje, Ángel Tortosa, mejor conocido por el mundo
cultural y poético de Caracas como “El Abuelo Ángel”, es uno de esos bichos
raros que un día descubrió que era inmortal.
Este
hombre excepcional nace en el pueblito agrícola de Baruta en el año 1930, el
mismo año en que nace nuestro tenor, Alfredo Sadel. Es en ese año cuando la
Unión Soviética decía “exprópiese” a los Kulaks, imponiendo la colectivización
forzosa de la agricultura. 1930 vio el descubrimiento de Plutón, a Mickey Mouse
aparecer en las caricaturas y a Greta Garbo estrena su primera película sonora,
Anna Christie.
Ese
mismo año el mundo miraba con atención a la India, en donde se declaraba la
Independencia de los Ingleses y sin el permiso del Imperio, Gandhi en tapa
rabos realiza la Marcha de la Sal, los vientos de independencia soplaban con
fuerza.
En
América se jugaba la Primera Copa Mundial de Futbol, en donde el anfitrión
Uruguay le ganaba a Argentina en un emocionante encuentro que terminaría 4-2.
USA
inventó el Neopreno, en Nueva York se estrena el peliculón, Sin Novedad en el Frente y se quema
completita la ciudad Zuliana de Lagunillas en Venezuela.
En
Septiembre de ese año, Santo Domingo, Capital de la República Dominicana es
devastada por un huracán, dejando más de 800 muertos; Argentina tiene su primer
golpe militar, la marca 3M pone a la venta la cinta adhesiva transparente Scotch y el 30 de ese mes, de una muy
humilde madre caraqueña de las montañas de Baruta, nace un tripón al que
llamaron Ángel.
Éste
sábado 23 de Agosto fuimos a visitarle, el caparazón está molestando, pero en
esa preciosa tarde caraqueña, a las faldas del gran Sultán, El Ávila, nos
recibe el dinámico gigante de siempre. Ya su voz no es la de un hombre normal,
ahora su voz es poesía. Nos recibe en su precioso hogar en donde su hija Belkis
le trata de cuidar de sus travesuras.
Le
regalo una copia del que espero un día sea mi libro publicado y se le agua el
guarapo y yo que no aguanto dos pedías, también se me agua el guarapo; entonces
nos invita a su estudio, quiere que lea un manuscrito escrito por él un 24 de
Julio del 2012.
Procedo
a leerlo en voz alta, sus lágrimas corren por su mejilla, mi voz continúa trémula,
tratando de controlar los quiebres de la misma. Mi esposa enjuga sus lágrimas
en silencio mientras la respiración fuerte de mi padre se hace sentir al evitar
sucumbir ante los sentimientos.
“FASTIDIO…
Hoy
estaba fastidiado, pensando en lo que he vivido, me dio por escribir esto. Por
jugadas del destino, nací hacen muchos años en la Caracas de antaño.
Por
suerte llegué a este mundo, en una hacienda de aquellas que rodeaban la ciudad
de entonces, por lo tanto soy campesino caraqueño a mucha honra. Mi infancia
transcurrió, ayudando a mi padre a labrar la tierra, a pastorear y
proporcionarle pasto a los pocos animales que poseía.
Entre
la escuelita primaria y los quehaceres del campo transcurría mi niñez, estudié
hasta tercer grado de primaria, prefería trabajar que estudiar, de la infancia
conocí poco, me creía un pequeño hombre con mis nueve o diez años vividos.
A
partir de los trece o catorce años empecé a trabajar en la ciudad, a veces sin
devengar salario, con la idea de aprender trabajando, todo esto entrelazado a
una pobreza digna que uno aceptaba con orgullo.
Tuve
el privilegio de aprender a vivir, ser trabajador, cumplido, honesto,
ahorrativo, como la mayoría de los muchachos campesinos de aquellos años.
El
tiempo iba llegando y el niño se hacía hombre, no desaprovechaba oportunidades
que me daban. Trabajaba mucho por poco dinero, pero también aprendía muchísimo
en la universidad del vivir.
En
la pasantía de la vida se estudia sin compromisos, caminando libremente,
confiando en Dios que todo lo puede, y anda a nuestro lado para indicarnos el
camino bueno, a través de nuestra conciencia.
Siempre
optimistas, observando las nubes pasar, las golondrinas rondando, la brisa
rumbo hacia el norte, al sol dorando las espigas, la montaña vestida de
esperanzas, a las inquietas olas del mar sin pasaporte.
Lo
bueno es que sigo estudiando a mis ochenta y dos años a cuestas, y lo mejor de
todo es que en mí universidad no existe límite de edad, no se paga matricula ni
mensualidades, se adquieren conocimientos sin calendarios ni horarios, sin
ataduras con nadie, sin obligaciones ni exámenes, sin profesores, sin aulas, a
cielo abierto, desplazándose libremente por las rutas de la vida.
Los
profesores del vivir están en todas partes y no cobran dinero.
Yo
no poseo títulos universitarios, ni diplomas, ni distinciones, mi título es
invisible, solo yo lo puedo ver.
Y
para colmo de bienes Dios me regaló el tesoro, de en el atardecer de mi vida,
escribir y declamar sencillos poemas, que cientos de manos aplauden con
emoción.
Qué
más puedo decirles, sin ser millonario en dineros, tengo lo que un ser humano
necesita para vivir en paz.
Estoy
agradecido por lo que soy…
Ah.
Del fastidio me olvidé…
El
Abuelo Ángel.
Ángel Tortosa B.
Julio
– 24- 2014”
En
el año 2000, a sus 70 años, Ángel comenzó a escribir poemas, despertó viendo
poesía en todo, en todos y para todos.
A
sus 80 años, el 26 de Marzo del 2011, asistimos al bautizo de su poemario,
en la sede principal del Centro
de la Diversidad Cultural en Caracas. Una recopilación de 17 poemas los que
conforman la publicación, Los Poemas del
Abuelo Ángel, editada por la Fundación Editorial El Perro y La Rana.
Comentaba
en ese entonces que se sentía “como el muchacho que le van a regalar un
juguete caro, contento y agradecido en primer lugar con Dios, por lo que me ha
regalado la vida y con tanta gente que me ha tratado tan bien”.
Los
17 poemas que conforman su libro, fueron escogidos entre más de 900 que ya
llevaba escritos en ese momento, “tengo tantos poemas que yo casi no
seleccioné, los tomé al azar”. Agregaba además, que son sólo 17 porque “el
perfume caro se vende en frascos pequeños, es preferible que sean pocos y que
la gente los lea con cariño”.
La
tarde se ha ido, entre poemas, recuerdos, fotos y grabaciones, me regala el
escrito que transcribí arriba, 2 discos de poemas que me quema en su grabador
de CD y un poema, Cien Cariños… él me dice que no se trata de él, que es solo
algo que se le ocurrió por ahí, pero es el alma desnuda de este ser inmortal
que a sus 84 años no deja de hacer… ni soñar…
“Cien Cariños…
Que amargo es llegar a
viejo,
Y estar solo en un
rincón,
Sin un familiar cercano
Que te brinde
comprensión…
Que te de los buenos
días
Te diga frases bonitas,
Que acaricie tus
cabellos
Con hermandad infinita…
Como dice un viejo tango
Farra querida de
aquellos tiempos,
Se perdieron las mujeres
Llegaron los
sufrimientos…
Recuerdo cuando era
joven
La vida me acariciaba,
Abundaban los amigos
Mujeres no me faltaban…
A mí me sobraba todo
Yo cien cariños tenía,
Todos los que me
trataban
Lo hacían con hidalguía…
Pero todo fue pasando
Fue perdiéndose en el
tiempo,
Hoy me acompañan
silencios
Vestidos de sentimiento…
La nostalgia no se va
La nostalgia sigue ahí.
Voy a abrir la ventana
Pa’ que se escape el
sentir…
El Abuelo Ángel.
Ángel Tortosa B.
Julio- 27 – 2014”
Atrás
dejamos el abuelo, a los pies de la montaña, a la que un jueves de invierno,
contempló enamorado, cuando la vio “…allá a lo lejos, de novia vestida, llena
de felicidad…”, me despido en la cocina al lado de “Los
Helechos del Silencio” en el “…patiecito lindo, donde respiran los
sueños…”, paso al lado del pino que crece a toda prisa, para llegar a
su estudio y escucharle cuando lee los poemas escritos para él. No puedo dejar
de inclinar mi cabeza a los pies de aquel pino, en donde se encuentra enterrado
el periquito exaltado en otro de sus poemas.
Es
que su vida dejó de ser vida para convertirse en poesía.
Nos
despide desde la puerta, ese cantor de la vida, nos dejó sus “Caramelos” para que nos endulcen la
vía.
Mientras
me alejo, retomo la vida, atrás queda la magia, atrás la inmortalidad. La
Avenida Rómulo Gallego es un mar de basura arrastrada por la lluvia que arriba
era poesía y al contacto con la calle se transformó en terrible realidad.
¡Pareciera
que el suelo está contaminado!… ¿Será que la patria está contaminada?
Bajo
por el Centro Comercial Lider, una larga cola de vehículos espera para entrar
al Mall, no es que puedan comprar mucho, es que es un sitio más o menos seguro
para pasear a la familia, al menos más seguro que cualquier otro lugar.
¿A
donde se fue mi patria, a donde la poesía?
Llego
a la Avenida Francisco de Miranda, los taxis, en un derroche de anarquía,
simplemente bloquean 2 canales esperando pasajeros…
¿A
dónde se fueron “Los profesores del vivir…”?
En
mi mente escucho al poeta y sus “Cien Cariños…”, ¿hablaba de él o de
la Patria de Bolívar???
Nuevamente
bajé del cielo al mismísimo infierno, mi esposa mira mi rostro, toma uno de los
“Caramelos”
del abuelo y me lo da.
La
dulce golosina se disuelve en mi boca, mientras deja escapar la amarga esencia
del café. En mi mente suena Ángel…
“Un compartir entre
humanos
Con café y caramelos
Es como cambiar los
tiempos
De malos a tiempos
buenos
Cuando lento se camina
Cuando se piensa sincero
El camino se hace corto
Disfrutando un
Caramelo…”
Mi
mirada se transforma, se me aplaca el Poleo, la sonrisa se desborda mientras
chupo el caramelo.
No
tengo derecho a pedir lo que nunca yo he dado, con tan buenos maestros que
jamás me han cobrado.
Es
momento de devolver tan maravilloso legado, desde el recuerdo de mi vieja,
hasta el poeta amado.
Es
el momento de vivir y declamar con el ejemplo, de gritar a los cuatro vientos:
VENEZUELA
NO ESTA MUERTA,
SOLO
LA HEMOS OLVIDADO,
QUE
SE LEVANTEN LOS MAESTROS
QUE
DESPIERTEN LOS EXPROPIADOS
QUE
CLAMEN NUESTROS MUERTOS
POR
EL HAMPA DESGRACIADOS,
QUE
SE LEVANTEN LOS NIÑOS
QUE
LA PESADILLA SE VUELVA PASADO
ARRIBA
VENEZOLANOS
A
LUCHAR CONTRA LOS DESALMADOS
QUE
CON ARMAS Y ENGAÑOS
LA
PATRIA NOS HAN ARREBATADO!!!
Te
quiero mucho mi viejo, Dios me lo bendiga.
¡ERES EJEMPLO DE LO QUE
ES SER VENEZOLANO!!!!
Nada
más grato que escribir acerca de héroes… mejor aún…
¡HÉROES VIVOS!
Reinaldo
Poleo
@rpoleo
El Abuelo en CANTV, Caracas http://youtu.be/zujIih5viy8
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